LAS SALAS DE ARTE DE LA ANTIGÜEDAD DEL MUSEO NACIONAL DE BELLAS ARTES La primera adquisición de piezas ar-queológicas correspondientes a la antigüedad clásica por el Museo Nacional de Cuba se remonta a la década de los años treinta, cuando el ex-presidente José Miguel Gómez donó a la institución un busto femenino y dos cabezas de mármol, las tres de la época imperial romana. En aquel momento el Museo se encontraba en su sede de la calle Aguiar, en cuyas es-tancias se mantenían las obras en con-diciones muy precarias, y los tres nuevos elementos vinieron a engrosar los muy heterogéneos fondos de la institución. En 1955 el Museo se trasladó al recién construido Palacio de Bellas Artes y un año más tarde recibió, entre otros beneficios, el depósito de un vastísimo surtido de antigüedades: la colección de los Condes de Lagunillas, fruto de los intereses y la paciente labor del Dr. Joaquín Gumá Herrera (La Habana 1909-1980), Conde de Lagunillas, durante más de veinte años. Según el licenciado Miguel L. Núñez Gutiérrez, del Departamento de Co-lecciones y Curadurías del Museo Nacional de Bellas Artes (1), el Dr. Gumá comenzó a interesarse por las an-tigüedades en la década del cuarenta y se convirtió en coleccionista alrededor de 1945. Desde un inicio estuvo en estrecha relación con personalidades del campo de la Arqueología que lo asesoraron en sus numerosas transacciones de compra e inclusive lo representaron en algunas de ellas. Las primeras adquisiciones las hizo en New York, pero rápidamente amplió su área de pesquisaje y estableció contacto con anticuarios de Londres, París, Roma y Florencia, además de Atenas y Basilea. Hacia 1946 ya el Dr. Gumá era miembro de los museos Metropolitano y de Bellas Artes de Boston, lo que le permitió acceder a opiniones confidenciales especializadas sobre la materia y le propició la cercanía de especialistas como William C. Hayes, Gisela Richter, Christine Alexander, George H. Chase y, posteriormente, Dietrich von -Bothmer, a quien Núñez define como "el discípulo predilecto" del afamado arqueólogo John Beazley. De esta manera cada una de las piezas adquiridas era estudiada, reconocida y certificada, lo que indudablemente re-dundaba en prestigio para su colección. La certera visión de Gumá para las antigüedades y su instinto de comerciante le permitieron articular dentro de su re-pertorio un excelente cuerpo de vasos griegos de cerámica que constituyó, sin lugar a dudas, el núcleo más importante de su colección y que sigue siendo la muestra más atractiva de las actuales Salas de Arte de la Antigüedad del Museo. Con el depósito de Lagunillas el Museo destinó, por primera vez, un espacio al Arte Antiguo propiamente dicho. El licenciado Ernesto Cardet Villegas, del Departamento de Colecciones y Cura-durías del MNBA, especifica en su trabajo “Instalaciones de la Colección Lagunillas”, detalles de aquella primera museografía en la cual la concepción del despliegue estuvo a cargo del propio Dr. Gumá y del Dr. Francisco Prat Puig, arqueólogo es-pañol radicado en Cuba y muchos años profesor de la Universidad de Santiago de Cuba. (2) La sala quedó inaugurada el 30 de mayo de 1956 con la participación de Dietrich von Bothmer, del Metropolitan Museum of Art, quien elaboró un catálogo de la cerámica griega y brindó una disertación sobre esta manifestación utilizando piezas de la colección. Dos años más tarde el espacio fue modificado y se incluyeron fotos ampliadas de al-gunos vasos de cerámica. (3) En estas nuevas labores de montaje participó el pintor cubano Mario Carreño. En 1959 el intenso movimiento social que implicó la Revolución cubana propició una definición de las funciones del Museo, hasta entonces de carácter polivalente, y la institución quedó destinada ex-clusivamente a las Bellas Artes, entendiéndose entre ellas esta colección de arqueología clásica. El área de las Salas de Arte de la Antigüedad se amplió a todo lo largo de una de las alas de la segunda planta del edificio. Para el nuevo espacio se concibió un segundo des-pliegue museográfico que partía de una separación inicial, por culturas, de las más de 500 piezas en existencia: Egipto, Grecia y Roma, y dentro de estas, por salas. Las nuevas labores de montaje requirieron un arduo trabajo de re-instalación de toda el área y buena parte fue realizado por el escultor cubano Eugenio Rodríguez Rodríguez, entonces jefe de personal, quien tuvo a su cargo el diseño de las vitrinas, de las bases para las piezas y de la réplica de una mastaba egipcia para la puerta de entrada a las salas. Las obras comenzaron en 1959 y las salas se abrieron al público en 1961 con el nombre de Salas de Arte de la Antigüedad Condes de Lagunillas, como justo reconocimiento a la persona cuya generosidad propició su creación. En el nuevo despliegue el arte egipcio ocupaba la primera sala, introducido por la mastaba. El montaje de esta sala, concebido por la escultora Rita Longa (4), explotaba al máximo la potencialidad de las piezas de pequeño formato y lograba en un solo mueble diferenciar las áreas expositivas con claridad. Vasijas de alabastro y otros materiales -entre las que se cuenta la pieza más antigua de estas salas: una vasija globular de piedra serpentina, datada a comienzos del tercer milenio a.n.e.-, representaciones de dio-ses en bronce, sellos reales de piedra dura, así como figurillas votivas de respondientes confeccionadas en madera y cerámica esmaltada, han devenido ejem-plares de alto nivel artístico, ilustrativas de lo que fue la cultura del antiguo Egipto. Abundante en cuanto a la variedad de materiales utilizados, la colección incluía un buen número de fragmentos de estelas funerarias realizadas en piedra caliza, con ejemplares que van desde el alto imperio hasta la época ptolemaica. Mención aparte merece un papiro confeccionado durante el tercer período intermedio (ca. año 1000 a.n.e.), escrito en jeroglíficos perfec-tamente legibles y con una longitud de 3,25 m. Esta pieza se conoce en la lite-ratura especializada como Papiro Hood por el nombre de su primer propietario, Frankland Hood, quien lo compró en Tebas en 1858. Se mantiene en excelente estado de conservación. Inmediatamente a continuación de esta primera sala se destinaron otras dos al arte griego. La primera de ellas tenía un breve núcleo introductorio del arte del Egeo que exhibía, entre otras, pro-ducciones tan tempranas como un ídolo cicládico del 2500 a.n.e., gemas micénicas y vasos de cerámica del perío-do geométrico. La sala incluía parte de la plástica grecorromana, incluidas las estelas funerarias griegas, figuras de Tanagra y mármoles tarentinos. En la otra sala, más pequeña, se exhibían los bronces, vidrios y terracotas helenísticas, además de algunas piezas de mármol. La tercera sala de Grecia, con un área de más de 200 m², se ocupó exclusivamente con la colección de vasos griegos de los Condes de Lagunillas. Esta sala de la cerámica griega era el punto culminante del recorrido por las Salas de Arte de la Antigüedad, por el alto número de exponentes, la integralidad de los mismos y su valor testimonial. La mayoría de los vasos era de procedencia ática y buena parte de ellos estuvo destinada al culto funerario. Entre la multiplicidad de temas pictóricos representados se destacan los mitos pues no menos de cincuenta vasos abordan antiguas leyendas de la Hélade, que permiten apreciar la concepción de la pintura griega en cuanto a la simplicidad y apreciación de la figura humana. Atendiendo a la época, estilos y centros de producción, la nueva distribución cro-nológica facilitaba la comprensión del fenómeno. La muestra justifica amplia-mente la cita utilizada por el Dr. Luis de Soto Sagarra, quien fuera profesor auxiliar de la Escuela de Letras y Filosofía de la Universidad de La Habana, para resumir las cualidades de esta manifestación: "La cerámica...es como un comentario ilustrado de toda la antigüedad griega...". (5) Finalizaba el despliegue de arte antiguo con una amplia área rectangular -visible desde la Sala de Cerámica- dividida en cuatro salas, una a continuación de la otra, en las cuales se expusieron las piezas de arte romano. La acertada dis-posición de estas, al igual que las de la plástica griega, estuvo a cargo del Dr. Fernando Álvarez Tabío, graduado de la habanera Universidad de Villanueva y cuya Tesis de Grado tenía entre sus objetivos de estudio la casa romana. Este nuevo montaje incluía los tres mosaicos de gran formato, donados por la Sra. Enriqueta Shueg, quien los había comprado en España en una subasta, y que llegaron al Museo gracias a la gestión del Sr. Pepín Bosch. (6) Las tres piezas fueron trasladadas en fragmentos al Museo y posteriormente reconstruidas y montadas sobre un mortero de cemento en el emplazamiento que ocuparían por más de treinta años. La museografía del Dr. Tabío para estas Salas de Arte Romano comunicaba un ambiente de placidez que aludía, por momentos, a conceptos establecidos en el mundo romano: un estrígilo de bronce se exhibía al lado de un torso masculino de mármol, en clara alusión al culto de la forma física; un armonioso torso de Afrodita estaba emplazado próximo a un espejo etrusco, sugiriendo el goce de la belleza femenina. Nada era casual en estas Salas de Arte Romano: el tamaño de las tres primeras correspondía a las medidas de cualquier habitación de una villa romana y el emplazamiento de los tres mosaicos, atendiendo a la decoración, y de algunas piezas de arte republicano, aludían a la función que pudiera tener cada una. El despliegue de arte romano -y con él de las Salas de Arte de la Antigüedad- finalizaba con una sala más pequeña que las tres primeras en la cual se en-contraban testimonios de arte funerario, entre ellos nueve retratos de Fayum, de época romana, de muy alta calidad. Esta museografía y montaje de 1959 se conservaría hasta 1996. Las vitrinas diseñadas por Eugenio Rodríguez para la cerámica griega - en las que también se exhibieron los bronces helenísticos y plástica romana de pequeño formato- fueron desde el inicio objeto de comentarios. Las bases que soportaban los fanales de cristal eran verdaderas obras de arte, confeccionadas con planchas de latón que forraban una es-tructura interna de madera, y cada una incluía conductos eléctricos para la iluminación de las obras. Al margen de la aprobación general sobre lo novedoso del montaje para su época, siempre hubo criterios sobre el hecho de que tales vitrinas superaban su función de vehículo expositivo y casi se convertían en el centro de la exposición. Independientemente de la divergencia de opiniones tales bases le otorgaron a las Salas de Arte de la Antigüedad, y a la Sala de Cerámica Griega en particular, una exclusividad que las identificó hasta el momento de su desmontaje. En los primeros años de la década del sesenta el movimiento de público en torno a las salas fue bastante animado. No es de extrañar. Era esta una colección absolutamente fuera de su contexto inicial y grande tenía que ser el interés por las culturas mediterráneas, antecesoras de la nuestra, pero a la vez tan ajenas. Las ya establecidas Salas de Arte de la Antigüedad se enriquecieron con otras donaciones que no afectaron de ninguna manera la museografía de Álvarez Tabío. El donativo del Sr. y de la Sra. Robinson -cinco vasos de terra sigillata, varios vasos de vidrio y tres proyectiles de honda (glandae)- permitió la creación de un núcleo destinado al arte de las provincias en la última de las Salas de Arte Romano, al cual se integraron elementos existentes en los fondos del Museo y conservados en almacén. La Sala de Arte Egipcio recibió una de sus piezas más notables y elemento casi imprescindible en co-lecciones de este tipo: un sarcófago de madera pintada con su encartonado incluido. Fue este un regalo de la República Árabe del Egipto en agra-decimiento por la participación del Estado cubano en el salvamento de los valores de Nubia (7). El espacio de la Sala de Arte Egipcio no admitía una pieza de tales dimensiones por lo que fue ubicada en un pequeño espacio que antecedía la primera Sala de Arte Griego, con un montaje y una iluminación que acentuaban el carácter solemne de la obra. En los años setenta ingresaron a las Salas de Arte de la Antigüedad algunas estatuillas egipcias de bronce provenientes de la colección del Sr. Antonio Nieto Cortadellas. Estas piezas habían sido compradas por el Dr. Joaquín Gumá, Conde de Lagunillas y canjeadas a Nieto Cortadellas por viejas reliquias familiares pertenecientes a los Condes de Fernandina, antecesores de Gumá. Tam-bién se recuperaron, gracias la gestión del Sr. Ricardo Olmos, del Centro de Estudios Históricos de Madrid, cuatro vasos de cerámica que el Conde había prestado a instituciones suizas. (8) Después de la muerte del Dr. Gumá, en 1980, se encontraron en su residencia un torso praxitélico y varios fragmentos de cerámica que se expusieron en salas al igual que un escifo adquirido poco antes por la institución y proveniente de la colección de la Sra. Lidia Cabrera. (9) El dinamismo en torno a las Salas de Arte Antiguo del Palacio de Bellas Artes se reflejó también a través de la actividad científica. Ya desde la formación de la Colección Lagunillas, columna vertebral de estas salas, el Dr. Gumá se había relacionado con personalidades del me-dio, algunas de las cuales se han mencionado ya. William C. Hayes, y Bernard von Bothmer, curadores de arte egipcio del Metropolitan Museum de Nueva York y del Brooklyn Museum of Art, respectivamente, tuvieron mucho que ver en la compra de las piezas egipcias de su colección. Sir John Beazley publicó algunos vasos griegos en revistas espe-cializadas de los Estados Unidos, en la década de los años cincuenta, y ya se ha mencionado el catálogo de cerámica de Dietrich von Bothmer, a propósito de la apertura de estas salas. En 1974 Witold Dobrowolski, arqueólogo polaco vinculado a instituciones alemanas, visitó el Museo Nacional e hizo algunas aclaraciones sobre las piezas que más tarde integraron el núcleo etrusco. Ese mismo año la egip-tóloga Jadwiga Lipínskaia, del Museo Nacional de Varsovia, publicó un catálogo en el que se relacionan todas las piezas de las Salas de Arte Egipcio. La colección de vasos griegos fue el tema de la tesis Greek Vases in Havanna, de la Dra. María Castro, profesora de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana, trabajo defendido exitosamente en la Universidad Humboldt, de Berlín en 1981. En 1983 se presentó en el Instituto Superior de Arte de La Habana un trabajo sobre la restauración de seis vasos griegos de la colección Lagunillas, realizado por Durán Rodríguez, res-taurador del Museo Nacional de Cuba con la participación, además, del licenciado Ernesto Cardet Villegas y la Dra. María Castro. Estas piezas prácticamente se habían perdido en un accidente ocurrido en el aeropuerto de La Habana en 1956. (10) Utilizando los fragmentos con-servados por Gumá como punto de partida, se reconstruyó cada una de las piezas y se recuperó la decoración de las mismas. En la década de los ochenta las Salas de Arte de la Antigüedad fueron sede de numerosas actividades académicas: discusiones de tesis, charlas espe-cializadas y, de alguna manera, surgieron entre especialistas europeos proyectos de trabajo que se materializarían años más tarde, entre ellos el del arqueólogo Ricardo Olmos, del Centro de Estudios Históricos de Madrid, quien ya había visitado las salas en 1982 y cuyo catálogo de los vasos griegos del Palacio de Bellas Artes de La Habana fue publicado en 1993. (11) Ese mismo año Othmar Jaeggi, del Seminario Arqueológico de Basilea, inició pesquisas sobre la colección en general y los espejos etruscos en particular, que publicó posteriormente: Dos espejos etruscos de la colección Condes de Lagunillas, en el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana; Una colección de Arte Antiguo en La Habana y, en colaboración con S.Schmid, Beitrage zur Sammlung Lagunillas des Museo Nacional de Bellas Artes in Habana. (12) También desde 1993 especialistas de la Universidad de Humboldt, Berlín, co-menzaron a realizar labores de asesoría sobre las piezas expuestas en salas y de certificación de las piezas que se conservaban en almacén. Los Drs. Detleff Rössler y Veit Stürmer han permanecido en estrecho contacto de trabajo con el Museo Nacional y han publicado, junto con el egiptólogo Christian Loeben y la Dra. María Castro, parte de las investigaciones realizadas en el trabajo “Die Anti-kensammlung im Nationalmuseum Habana”. (13) El Dr. Rössler, asimismo, ha publicado un estudio sobre el busto funerario procedente de Palmira, una de las piezas más importantes de las Salas de Arte Romano. En 1994 la Academia de Ciencias de Cuba entregó al Museo Nacional, en carácter de préstamo vitalicio, un número de piezas provenientes de las colecciones Boban, Romanones, de Charles Moldenke y, prin-cipalmente, del Colegio de los Hermanos La Salle situado en la antigua Quinta de Toca. (14) Este donativo -que consistía, fundamentalmente, en tablillas y conos de barro con escritura cuneiforme- vino a engrosar el fondo de obras existentes en almacén, con condiciones para ser exhibidas y que demandaban su inclusión en las salas. En 1996 visitaron el Museo Nacional de Cuba especialistas del museo del Louvre, entre ellos Christiane Ziegler, curadora de arte egipcio. Venían esencialmente inte-resados en una cabeza de Amón de basalto negro, de las Salas de Arte Egipcio, que podría corresponder a un torso conservado en el Louvre. Se realizó un trabajo conjunto que involucró a los departamentos de Investigación y Res-tauración del Museo Nacional para confeccionar un negativo de la base del cuello de la cabeza y finalmente el Museo del Louvre certificó que, en efecto, ambas partes correspondían a la misma pieza. En 1996 el Museo Nacional cerró sus puertas al público para enfrentar un largo proceso de remodelación que con-templaba la inclusión de un nuevo edificio para las colecciones de arte universal, entre las que estarían las Salas de Arte Antiguo. El desmontaje de estas salas fue un largo proceso que involucró a varias instituciones cubanas y contó con la ase-soría de algunas entidades tales como la Empresa Transportista S.I.T., española. Fue difícil asumir los trabajos de desmontaje del papiro de las Salas de Arte Egipcio a causa de la complejidad del montaje y la fragilidad de la pieza. En febrero de 1998, a sugerencia de la Dra. María Castro, viajó a La Habana la Sra. Miriam Krutscht, especialista en papiros del Museo de Boden, quien tuvo a su cargo las labores de desmontaje y los trabajos iniciales de restauración. (15) La cantidad de obras que permanecían en almacén con condiciones para ser exhibidas; el número de piezas en salas cuya datación y origen no correspondía al área de exhibición y, sobre todo, la idea de un nuevo espacio para las Salas de Arte Antiguo, con todas sus implicaciones, fueron, entre otras, las principales con-sideraciones tomadas en cuenta por la Dra. María Castro quien, asesorada por los especialistas de la Universidad de Humboldt, propuso la creación de dos nuevos espacios en torno a la muestra principal: un núcleo de arte levantino y otro de arte etrusco. Los nuevos proyectos museológicos incluirían piezas existentes en los fondos del Museo que nunca habían sido exhibidas y otras correspondientes a dichas culturas, pero dispersas en las tres salas primitivas. De esta forma, con la apertura del Edificio de Arte Universal han sido cinco las áreas de exhibición de estas nuevas Salas de Arte de la Antigüedad. La museografía del arquitecto José Linares, del Consejo de Patrimonio Cultural, es sensiblemente distinta de la anterior, no solo por la creación de dos nuevos núcleos sino porque ha debido utilizarse un nuevo concepto del espacio que requiere otro despliegue museográfico. A diferencia del recinto anterior, donde el espacio se iba estructurando en salas localizadas una a continuación de la otra -lo que, de alguna manera obligaba al espectador a un recorrido por orden cronológico-, ahora se dispone de un gran salón oval, que proporciona una visión de conjunto inicial y desde donde se puede acceder por separado a cada una de las áreas. También el montaje de las piezas es diferente y se ha prestado especial im-portancia al tipo de iluminación que requiere cada una de ellas. Este libro incluye la fundamentación museológica de cada una de las áreas. Las tres curadoras aportan datos de interés acerca de las culturas re-presentadas a través del estudio realizado sobre cada una de las piezas. La concepción de los proyectos ha tenido una intención cronológica inicial tratando de facilitar, con esta nueva propuesta, la comprensión de las principales culturas antiguas de la cuenca del Mediterráneo. El núcleo de Asia Anterior cuenta con 45 piezas, principalmente de Fenicia y Mesopotamia. Posee vasos de cerámica del período geométrico, además de los mencionados ejemplos de escritura jero-glífica sobre tabletas y conos votivos de barro. Las piezas son de muy pequeño formato, lo que permite su exhibición en un espacio reducido. El arte egipcio ha sido desplegado según un nuevo concepto. Las obras exhibidas anteriormente en una única sala fueron distribuidas en dos: una dedicada al país y la vida en Egipto, y otra al culto funerario. Se añadieron a la colección anterior algu-nas piezas nunca exhibidas con ante-rioridad. La propuesta museológica para el arte griego no alteró en esencia su concepción primitiva: un primer núcleo de las culturas cicládica, minoica, geométrica y arcaica de pequeño formato; una sala de escultura con producciones que abarcan los períodos arcaico, clásico y helenístico; una tercera sala helenística y, finalmente, la sala de cerámica que conserva su sitio privilegiado dentro del área. El núcleo de arte etrusco —antes disperso por las salas helenística, romanas y de cerámica griega- cuenta con ocho ejemplares del arte de esta civilización tan poco conocida aún para los especialistas. La colección de arte romano ha sido desplegada según núcleos temáticos. El montaje concebido para algunas de las piezas, como el capitel de columna romana, la vasta colección de vidrios y los retratos de Fayum, es sensiblemente diferente. El nuevo proyecto para las Salas de Arte Romano contempla la reposición de los tejidos coptos, retirados desde hace mucho tiempo, los cuales contarán dentro del nuevo despliegue con la iluminación y el montaje adecuados. Al igual que en las Salas de Arte Egipcio, hay un espacio dedicado al arte funerario. Esta colección de Arte Antiguo es la más grande de América Latina y puede considerarse representativa por la variedad de estilos, estado de con-servación de las piezas y, sobre todo, por su valor didáctico, especificidad de la cual carecen otras colecciones famosas. Aunque poco conocida en América y prácticamente desconocida en Europa y otros continentes, ofrece la poco común posibilidad de poder estudiar casi todos los períodos del arte de la antigüedad a través de ejemplos de alto valor artístico. Ana Vilma Castellanos Bisset Curadora de Arte de la Antigüedad Museo Nacional de Bellas Artes NOTAS (1) Para un acercamiento a la historia de la Colección Lagunillas es imprescindible la lectura del trabajo del licenciado Miguel Luis Núñez Gutiérrez, “Historia de la Colección Lagunillas”, publicado en Catálogo de los Vasos Griegos de La Habana / Ricardo Olmos--1ªed.--Madrid: Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales, 1993. (2) Ernesto Cardet Villegas, “Instalaciones de la Colección Lagunillas”, publicado en Catálogo de los Vasos Griegos de La Habana / Ricardo Olmos--1ªed.--Madrid: Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales, 1993. (3) Miguel L. Núñez Gutiérrez, op.cit. (4) Las referencias sobre Mario Carreño, Rita Longa y Eugenio Rodríguez, así como algunos datos relativos a los dos primeros montajes fueron aportadas por Ernesto Cardet Villegas. (5) Cita de Maxime Collignon utilizada por Luis de Soto Sagarra en su trabajo, La cerámica como medio para conocer la mitología, las costumbres y vida privada de la antigua Grecia, La Habana, 1924. (6) Archivos del Departamento de Registro e Inventario del Museo Nacional de Cuba. (7) Archivos del Departamento de Registro e Inventario del Museo Nacional de Cuba, además de algunos detalles aportados por Ernesto Cardet. (8) Conversación con Ernesto Cardet en agosto de 1998. (9) Conversación con Ernesto Cardet en agosto de 1998. (10) Miguel L. Núñez Gutiérrez, op.cit. (11) Catálogo de los Vasos Griegos de La Habana / Ricardo Olmos, con la colaboración de Miguel L. Núñez Gutiérrez y Ernesto Cardet Villegas--1ªed.--Madrid: Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales, 1993. (12) Las publicaciones de Othmar Jaeggi sobre esta colección: “Una colección de arte antiguo en La Habana”, artículo publicado en Revista de Arqueología 16, No. 167, Madrid, 1995, p 36 — 43; “Dos espejos etruscos con grabados de la Colección Condes de Lagunillas, en el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, Cuba”, artículo publicado en el Boletín de la Asociación Española de Amigos de la Arqueología 36, 1996, p 135- 145; y Schmid, Beitrage zur Sammlung Lagunillas des Museo Nacional de Bellas Artes in Havanna (Kuba), artículo publicado en Antike Kunst 39, 1995, p 14 — 36. (13) "Die Antikensammlung im Nationalmuseum Havanna“, artículo publicado en la Revista Antike Welt, 29, Jahrgang, 1998. 3, pag. 209. (14) Datos aportados por Aimée del Carmen Chicuri Lastra, curadora de arte egipcio del Museo de Nacional de Bellas Artes de Cuba. (15) Las incidencias de todo el proceso de desmontaje de las Salas de Arte de la Antigüedad aparecen en un trabajo inédito de esta autora que se conserva en los archivos del Departamento de Colecciones y Curaduría del Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba.